El tiempo entre libros |
A algunos nos lleva años terminar un libro, pues tras el largo proceso de modelar la historia y pulir la trama hasta llegar al primer manuscrito, tras las correcciones, versiones, los montones de folios tirados a la papelera a causa de la repetición ensañada de los párrafos para darles pulcritud. Tras los lápices apurados y las gomas de borrar reducidas a lo que se puede sujetar entre la punta de los dedos, tras incluir a los personajes creados como a seres participantes de nuestro cotidiano, llorar con ellos cuando lloran y alegrarse junto a ellos cuando triunfan. Tras todo eso queda un sentimiento mezcla de tristeza y de alegría, de vacío y plenitud, cuando por fin el libro sale a la luz.
Y desde el comienzo de la aventura hasta que se acaba, largo es el camino recorrido, salpicado por los hitos inolvidables del reguero de nuestra vida: el nacimiento de un nuevo miembro de la familia o el adiós definitivo a un ser querido.
Y todo lo empuja hacia adelante el fluir imparable del rio de nuestra existencia que nos arrastra inmisercorde de hito en hito. Y las marcas que nos dejan éstos, van forjando el ADN de nuestra alma y la ayudan a ensancharse, aunque a veces nos parezca lo contrario.
Y en un momento cualquiera de un día cualquiera, llega una idea inesperada que será el germen de un nuevo libro. Será una sorpresa, sí, lo sé bien, y será la espoleta que desencadene una nueva explosión.
Su onda expansiva será imparable y reventará cualquier muralla que se le oponga, sin admitir dilaciones. Y los nuevos personajes se invitarán ellos mismos a la fiesta, al principio tímidamente y luego con osadía, e irán desplazando a los viejos, aunque ninguno cae en el olvido en la mente del autor.
Y mientras vamos escribiendo esos capítulos de este viaje extraordinario que llamamos vida, entre libro y libro, letra a letra, linea a linea y página a página, lo vamos apurando todo hasta la ultima gota, llenado nuestras manos de amor.