lunes, 20 de octubre de 2014

El Peregrino de San Quintín

El Laberinto de la basílica de San Quintín

Aquellos eran los malos tiempos de la peste y a las dos de la mañana Michel de Notre Dame trabajaba aun en su laboratorio. Había sido un largo día en el que tuvo que tratar a mas de cien enfermos y dirigir la desinfección de mas de diez casas con cal y sosa.
Dos porrazos en la puerta lo desconcertaron en la noche calma:
-¡Abrid la puerta señor! ¡Abrid la puerta! ¡Es por el caballero Luis de Dorneval! ¡Abrid la puerta por Dios!
-Ya no me quedan mas remedios para curar a los apestados. Volved mañana al mediodía y os recibiré.
Pero la insistencia del criado le reclamaba que no se trataba de un caso de peste, sino de heridas sangrantes que curar. Cuando el médico abrió la puerta vio al criado sucio y destartalado que tiraba del asno sobre el que yacía el caballero Luis. Los pies le arrastraban por tierra y dos regueros de sangre le bajaban por las rodillas.
-Ha entrado en un sueño profundo del que no quiere despertar -dijo el criado.
Acercaron el asno todo lo posible a la camilla y tomándolo el uno por las axilas y el otro por los tobillos pudieron depositarlo sobre el catre. El caballero Luis era fuerte y estaba bien alimentado pero había perdido todas sus fuerzas. Michel de Notre Dame le lavó las heridas de la rodillas, de sangre y de porquerías que le habían dejado las rótulas al descubierto y, aprovechando un momento de lucidez, le dio un mejunje de vino caliente con miel y romero que, según él, resucitaba a los muertos. Con esto el caballero tosió dos veces y cayó por fin en un profundo sueño reparador. Luego él mismo se acostó en un catre invisible que había en una esquina.
El día gris hizo su entrada tímidamente por la ventana y la voz bronca del caballero rompió el primer silencio.
-Gracias -susurró -¿a quien debo la gracia de tan inmenso favor?
-No es favor, es el deber de todo galeno que trabaje por la salud del mundo.
-Pues, ¡bendito sea!
-Me gustaría saber qué fue lo que le dejo las rodillas en tal estado.
-¿Ha oído hablar de la basílica de San Quintín?.
-Se refiere a la que reúne a santos y pecadores en busca del perdón divino o la gracia celestial.
-Exactamente -dijo el caballero -¿sabe? mi hijo único cayó gravemente enfermo. Esa peste es un castigo de Dios que viene a mesurarnos por nuestros pecados.
-La peste negra es una epidemia, señor, que se propaga con la suciedad y las ratas y se puede curar si se detecta a tiempo y prevenir si se aplican medidas antisépticas. Estoy seguro que su hijo la contrajo a través de la porquería, como todos los otros enfermos, y no porque haya cometido algún pecado.
-Yo decidí hacer el peregrinaje a San Quintín y..
-Destrozarse las rodillas en el laberinto -le interrumpio Michel de Notre Dame.
-La promesa, tenía que cumplirla, tenía que llegar hasta el final, ¿me entiende?
-¿Cree que dejarse la piel recorriendo doscientos metros de rodillas habría salvado a su hijo?
-La única manera de que Dios me escuche es aceptando el castigo por mis pecados.
-Señor, ya le dije que la peste es una epidemia, pero decidme por curiosidad, ¿cómo se llama su hijo?
-Luis de Dorneval, como yo.
Michel de Notre Dame desapareció de la estancia en menos de dos segundos  el caballero de Dorneval tuvo miedo pensando que se trataba de un acto de brujería. Pero el médico había simplemente atravesado el pasadizo secreto que daba a una bóveda oculta, sin aire y sin luz, en donde guardaba sus libros prohibidos y sus sustancias no menos prohibidas que hubieran terminado en el fuego, de haber visto la luz. De allí salió por una puerta disimulada que daba a la alacena y apareció a la entrada de la estancia con un tomo bajo el brazo.
-Pero,¿cómo?..
-No se preocupe, es el efecto de las pócimas que le he suministrado, a veces perturban la realidad con delirios, pero las cosas no han sucedido como usted cree.
Soltó el libro de golpe sobre una mesa pequeña y comenzó a hojearlo rápidamente.
-¡Aquí está! ¡Lo sabía! Sabía que ese nombre me recordaba algo. Sepa vuestra merced que su hijo está sano y salvo.
-Pero..¿cómo es posible que..?
-Lo curé yo mismo hace diez días. Anoto en un diario los nombres de los enfermos a los que asisto, para un método de estudio y seguimiento de la epidemia. Alguien debió traerlo al hospital de los pobres en donde trabajo cada día.
-¡Loado sea Dios!
-¿Piensa todavía que esa carnicería que se hizo en las rodillas fue la causa de tal ventura?
-Pienso que Dios, nuestro Señor es grande y bondadoso y que usted es el mejor y más ilustre doctor que existe sobre la tierra.
-Que así sea, pues -respondió Michel de Notre Dame.
-Que así sea -asintió el caballero.


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