Hacía tiempo que no afilaba el lápiz para dar caña. Un lector cualquiera, sin que esté obligado a leer la columna del periódico bajo el prisma multicolor de lo político, no sabe hacia dónde tirar. Se confunde entre tanto funesto profeta orweliano y tanta inquisición progresista. Vociferan todos ellos con la voz del que clama en el desierto y las ovejas tranquilas no saben la flauta de qué pastor seguir.
Vivimos tiempos históricamente inéditos y sin referencia alguna del pasado que nos pueda orientar, y jamás hemos estado tan cerca de la destrucción como lo estamos de la redención.
¿Qué niño nacerá tras las horas de parto trascendentales que estamos viviendo? ¿y qué papel les tocará representar a los distópicos supervivientes?
Solo podemos asumir una cosa: las ovejas que pastan plácidamente en la hierba de uno y otro color, irán irremediablemente al matadero. Es fácil preferir la pitanza al camino pedregoso de la disidencia entre tanta confusión. ¿Tendrán razón los versos de aquel cantor llorica que proclamaba aquello de: presiento que tras la noche vendrá la noche más larga?
Y luego están los cruzados, aquellos que escondidos se afanan en afilar espadas, ansiosos de poder demostrar su caballerosidad. Pero llevar una cruz no hace de uno un santo, lo mismo que el cultivo del conocimiento no cura la estupidez. Con el conocimiento se han destruido ciudades y países, y pergeñado las mayores injusticias que se puedan imaginar. Ese conocimiento que tanto envanece a algunos y que destruye las intenciones mas nobles cuando se cae bajo la seducción del poder.
¿Y quién nos librará de todo esto?
De momento cada palo aguanta su vela y solo la claridad mental puede rasgar el velo de la niebla de tanta sinrazón, y si de algo vale dar un pequeño consejo, aquí va este: decide por ti mismo y no permitas que nadie lo haga en tu lugar; ni el ser mas amado de tu corazón ni el líder voceador de demagogias ni la televisión y ni mucho menos el miedo. Levantemos las cabezas. Es nuestra única posibilidad de salir con bien de esta, no confundamos las lealtades y cultivemos el pensamiento crítico, pues a la hora de la verdad a nadie con el dedo podremos señalar.
Yo creo con firmeza que el viejo paradigma está haciendo aguas por gastado y cansino, y que recalcitrante como es, pugna agonizando por sobrevivir y se resiste a su sino dando los últimos coletazos. Los actores de este esperpéntico teatro que llamamos política, economía y religión, se irán a acostar muy pronto nada más bajado el telón.
Ya queda poco para el final de la función y son necesarias almas nobles que escriban un guión nuevo, esta vez con el corazón.