viernes, 25 de noviembre de 2022

El tiempo entre libros

El tiempo entre libros

A algunos nos lleva años terminar un libro, pues tras el largo proceso de modelar la historia y pulir la trama hasta llegar al primer manuscrito, tras las correcciones, versiones, los montones de folios tirados a la papelera a causa de la repetición ensañada de los párrafos para darles pulcritud. Tras los lápices apurados y las gomas de borrar reducidas a lo que se puede sujetar entre la punta de los dedos, tras incluir a los personajes creados como a seres participantes de nuestro cotidiano, llorar con ellos cuando lloran y alegrarse junto a ellos cuando triunfan. Tras todo eso queda un sentimiento mezcla de tristeza y de alegría, de vacío y plenitud, cuando por fin el libro sale a la luz.

Y desde el comienzo de la aventura hasta que se acaba, largo es el camino recorrido, salpicado por los hitos inolvidables del reguero de nuestra vida: el nacimiento de un nuevo miembro de la familia o el adiós definitivo a un ser querido.

Y todo lo empuja hacia adelante el fluir imparable del rio de nuestra existencia que nos arrastra inmisercorde de hito en hito. Y las marcas que nos dejan éstos, van forjando el ADN de nuestra alma y la ayudan a ensancharse, aunque a veces nos parezca lo contrario.

Y en un momento cualquiera de un día cualquiera, llega una idea inesperada que será el germen de un nuevo libro. Será una sorpresa, sí, lo sé bien, y será la espoleta que desencadene una nueva explosión.

Su onda expansiva será imparable y reventará cualquier muralla que se le oponga, sin admitir dilaciones. Y los nuevos personajes se invitarán ellos mismos a la fiesta, al principio tímidamente y luego con osadía, e irán desplazando a los viejos, aunque ninguno cae en el olvido en la mente del autor.

Y mientras vamos escribiendo esos capítulos de este viaje extraordinario que llamamos vida, entre libro y libro, letra a letra, linea a linea y página a página, lo vamos apurando todo hasta la ultima gota, llenado nuestras manos de amor.

domingo, 13 de septiembre de 2020

¿Hacia dónde vamos?

Hacía tiempo que no afilaba el lápiz para dar caña. Un lector cualquiera, sin que esté obligado a leer la columna del periódico bajo el prisma multicolor de lo político, no sabe hacia dónde tirar. Se confunde entre tanto funesto profeta orweliano y tanta inquisición progresista. Vociferan todos ellos con la voz del que clama en el desierto y las ovejas tranquilas no saben la flauta de qué pastor seguir. Vivimos tiempos históricamente inéditos y sin referencia alguna del pasado que nos pueda orientar, y jamás hemos estado tan cerca de la destrucción como lo estamos de la redención.

¿Qué niño nacerá tras las horas de parto trascendentales que estamos viviendo? ¿y qué papel les tocará representar a los distópicos supervivientes? Solo podemos asumir una cosa: las ovejas que pastan plácidamente en la hierba de uno y otro color, irán irremediablemente al matadero. Es fácil preferir la pitanza al camino pedregoso de la disidencia entre tanta confusión. ¿Tendrán razón los versos de aquel cantor llorica que proclamaba aquello de: presiento que tras la noche vendrá la noche más larga?

Y luego están los cruzados, aquellos que escondidos se afanan en afilar espadas, ansiosos de poder demostrar su caballerosidad. Pero llevar una cruz no hace de uno un santo, lo mismo que el cultivo del conocimiento no cura la estupidez. Con el conocimiento se han destruido ciudades y países, y pergeñado las mayores injusticias que se puedan imaginar. Ese conocimiento que tanto envanece a algunos y que destruye las intenciones mas nobles cuando se cae bajo la seducción del poder.

¿Y quién nos librará de todo esto? De momento cada palo aguanta su vela y solo la claridad mental puede rasgar el velo de la niebla de tanta sinrazón, y si de algo vale dar un pequeño consejo, aquí va este: decide por ti mismo y no permitas que nadie lo haga en tu lugar; ni el ser mas amado de tu corazón ni el líder voceador de demagogias ni la televisión y ni mucho menos el miedo. Levantemos las cabezas. Es nuestra única posibilidad de salir con bien de esta, no confundamos las lealtades y cultivemos el pensamiento crítico, pues a la hora de la verdad a nadie con el dedo podremos señalar.
Yo creo con firmeza que el viejo paradigma está haciendo aguas por gastado y cansino, y que recalcitrante como es, pugna agonizando por sobrevivir y se resiste a su sino dando los últimos coletazos. Los actores de este esperpéntico teatro que llamamos política, economía y religión, se irán a acostar muy pronto nada más bajado el telón. Ya queda poco para el final de la función y son necesarias almas nobles que escriban un guión nuevo, esta vez con el corazón.

viernes, 19 de abril de 2019

Notre Dame de París

Es indescriptible la pena que puede sentirse al contemplar un desastre como este. No esperaban mis ojos ver una cosa semejante, Paris mon amour. En el momento más crítico, cuando el fuego parecía comerse la Torre Norte, se me hundió el corazón pensando que Notre Dame iría a desmoronarse con ella. Debo decir que la catedral fue el primer monumento que visité al llegar aquí y al que fui fiel todos estos años. Allí dentro me obligó a levantar la cabeza y viendo sus bóvedas de cruceta una palabra me atravesó el pensamiento: "Matemática". Los antiguos maestros de obra sabían mucho de eso, pero no dejaron nada escrito y se perdió el conocimiento.

La soberbia humana no tuvo bastante con aquella perfección y quisieron añadirle una aguja sobre el crucero del techo cubierta de plomo, más alta y más pesada que la original. Sus campanas, con nombres de niño, han estado sonando desde hace 850 años marcando hitos en la historia, unos dramáticos y otros festivos. Confieso que adquirir una adicción por estar dentro de ella fue fácil, porque todas las veces me elevó y me proporcionó paz, aún en el medio de tanto turista enfebrecido por tomar fotos y comprar monedas de recuerdo. Y ahora me siento como si hubiera muerto el último animal en vías de extinción de une especie rara; la belleza. Y es que hemos perdido una parte del tiempo, algo que no se puede comprar, los cuatrocientos años que estuvieron secándose los robles antes de subirlos al tejado para formar el armazón, los ciento ochenta años que tardaron en terminarla los obreros y maestros de más talento, los ochocientos cincuenta años que estuvo plantada en el punto cero de Francia siendo testigo de muertes, bodas, coronaciones de reyes, la revolución francesa, la primera guerra mundial, la invasión de los nazis y el día de la liberación. Llegó bien hasta nosotros, sí, y se nos fue en unas horas.

¿Y qué queda después de la llamas? ¿quedó algo que no fuera consumido por el fuego?

La cruz de oro aparece en el centro del altar, brillante e intacta, y a sus pies los restos del fuego y el plomo fundido, el metal más bajo. La aguja del crucero cayó a los pies de la cruz, tronchada por el fuego limpiador. Es una verdadera transmutación, como una victoria purificadora emergiendo de las llamas. La gran vidriera de la rosa occidental esta íntegra, dejando pasar la luz, y los bancos de madera también. Todas las veces que he estado en Notre Dame me ha inspirado una cosa; su belleza me recuerda que el verdadero templo está en el corazón. La perfección de su matemática la salvó de la destrucción total y gracias al escudo de las bóvedas de cruceta, el fuego no penetró en sus entrañas.

Hubo un momento de enorme emoción en la noche cuando las campanas de las iglesias hermanas de París (Saint Germain, San Sulpicio y muchas más), sonaban en solidaridad mientras Notre Dame ardía, fue un momento de ascensión total, indescriptible. Es como... si hubiera subido al cielo.

domingo, 8 de abril de 2018

El Secreto de Leo Williams, opiniones de los lectores

No puedes complacer a todos los lectores todo el tiempo, ni siquiera puedes complacer a algunos lectores todo el tiempo, pero al menos deberías tratar de complacer a algunos lectores parte del tiempo. (Stephen King)

Saber que a algunos lectores les ha gustado un libro tuyo es la mayor recompensa al trabajo que supone escribir una novela. Saber que una parte de tu imaginación ha servido de evasión en la vida de alguien, que les ha inspirado y emocionado, recorriendo todas las escalas entre la luz y la oscuridad, es lo que mantiene la pasión de seguir haciéndolo. A fin de cuentas escribimos porque el entusiasmo por la vida nos empuja a arrancarle las palabras vehementes con las que pintamos la realidad. Sí, se trata de reinventarla, remodelarla a nuestro antojo para sublimarla y hacerla más bella.
Yo diría que es una necesidad hacerlo. Hay escritores que dicen que lo hacen porque es para ellos como una terapia, pero a mi me suena eso a antiséptico, antiinflamatorio, antihistamínico, antidepresivo, a paredes frías de pasillo de hospital. Escribimos por el arrebato de hacerlo, al menos el primer borrador, luego vendrán las revisiones.

Jean D'Ormesson decía que el lo reescribía todo al menos siete veces, y yo le comprendo: es porque se puede alcanzar una satisfacción parcial si le damos toda la precisión a un párrafo. En un sólo párrafo puede decirse más de lo que hay escrito en muchos libros, si lo hemos afinado bien. Y ahí el escritor se dice: al menos estoy en parte satisfecho, porque rara vez lo estamos completamente.
Cuando leemos las opiniones de los lectores entonces podemos aceptar esa satisfacción, sabiendo que la escritura de ficción no puede complacer al cien por cien a todo el mundo todo el tiempo, porque es una cuestión de gustos, y en ese libro no hay nada escrito.

Hoy he leído un par de esas opiniones y puedo decir gracias y comprender que aunque lo que escribo está lejos de la perfección, no tiene la menor importancia.

Qué es lo que puedo comentar de este libro, lo primero es la portada es hermosa y muy muy llamativa, a mi es lo primero que llama mi atención de ahí la trama y puedo asegurar sin miedo a equivocarme que muy interesante tanto por los personajes como como por su contenido científico y te pones a pensar el futuro que nos espera con tantos avances de la ciencia que no dudaría que dentro de poco exista un Adam entre nosotros.
Muy lindo final muy acertado por cierto y da pie a una continuación que podría ser la de Nathan y Lynda .pero bueno eso se lo dejamos a la señora Olivares.
Recomiendo esta obra al cien por ciento.
 Tuve la gran fortuna de ganarme este libro de la autora via Goodreads. Me encanto el libro! Muy diferente a lo que he leído en el pasado. La idea de la genética experimental y la reprogramacion del genoma humano muy fue muy interesante. El amor entre Leo y Anabella me toco el corazón. Me encanto el final de la historia! Quizás veremos un libro sobre Nathan y Lynda?

maria-martinez-olivares.blogspot.com/p/el-secreto-de-leo-williams.html

sábado, 15 de julio de 2017

Mentir para sobrevivir

En el año 92 de la crisis, después de la Exposición Universal de Sevilla, andaba yo desesperada buscando un empleo. Al terminar los acontecimientos notorios que se habían llevado la prosperidad con ellos, Andalucía volvió a vivir en tiempos de vacas flacas una vez más. Aquel día me subí a la banana (un Renault 4L, cuatro latas de color amarillo), con el ánimo guerrero vestida para una entrevista de trabajo. El puesto que ofrecían era de recepcionista en un improvisado camping situado al lado de una granja de cerdos que lo perfumaba con su vapor cuando el viento quería.
Allí me esperaba Suzanne, una dulce jovencita americana que había estudiado en la Universidad de la Sorbona de París y hablaba cuatro idiomas por lo menos. Yo chapurreaba un inglés de los americanos sin ningún pudor, y cuando me preguntó si hablaba francés le contesté que sí. Y claro, no tenía ni idea, pero la olla de mi niño estaba vacía y había que llenarla. Ya improvisaría, ya estudiaría... o lo que fuese. La cosa era conseguir el puesto y las cuatro perras que iba a ganar con él. Suzanne se dio cuenta en seguida pero no dijo nada y me dio un curso de cuatro palabras en la lengua de Moliere para que aprendiera a decir: camiseta, bolsa de hielo y el precio de la estancia por día y por semana. Creo que se divirtió aquel día y dio el visto bueno para que me admitieran como ayudante en la recepción. Pero más aún se divirtió Xavi, el dueño del camping, el día que me trajo unos italianos para que les hiciera los trámites de entrada. Bueno, me defendí con el italiano de las películas, del cual me avergüenzo hoy por ser incompresible, pero tenía el mérito de ser inventado. Yo pensé: si lavorare es trabajar y come stai es cómo estás, el resto es coser y cantar. Lo mejor de todo fue que me entendieron cuando les expliqué cómo llenar el depósito del agua de la auto caravana con una manguera. Mamma mía! Debieron pensar que yo hablaba español y que era comprensible para ellos y Xavi quedó convencido de que yo hablaba italiano.
El verdadero problema se presentó el día que llegaron los franceses, ¿con cuál de las cuatro palabras que sabía les iba a recibir yo? Oh, Mon Dieu! Y Xavi me observaba silencioso desde un rincón de la recepción. Yo mantenía la calma sin sudar, pero debía tener tanta cara de apuro que él se acercó y les dijo:
Bonjour, pour faire les formalités...
Bueno, hice los trámites de entrada, les dije las cuatro palabras que conocía y les entregué unos cuantos folletos turísticos. El día que se fueron se despidieron diciendo:
Ici sents le cochon.
Por el gesto de asco que pusieron entendí la frase y aquel fue el primer curso de francés nativo que tuve en la vida y que me empujó mucho más tarde a estudiarlo.
Mientras, Suzanne se convirtió en amiga de la familia gracias a un sueño premonitorio que tuve sobre ella al día siguiente de conocerla que nos sorprendió a las dos. Además vivía a un par de manzanas de casa y a mamá, que rebosaba de generosidad andaluza, le encantaba invitarla a comer. Muchos meses después me escribió desde los Estados Unidos para confirmarme que el sueño había sido certero y que jamás tendría que haberse casado con aquel sinvergüenza que después de haber conseguido la nacionalidad americana, la abandonó. Y yo le reconocí el día que me lo presentó, por haberlo visto en aquella fantasía de la noche que desgraciadamente se había convertido en realidad.

Y la vida de todos los días transcurría suave, llena de cosas absurdas, como en una ilusión. Yo guardaba en mi corazón las cosas importantes: el ver crecer a mi hijo, el ver feliz a mi madre. Y no me importaba nada levantarme a las seis de la mañana y que me llevara la banana (el Renault cuatro latas que había perdido ya al menos una) a trabajar al camping.

Otro día se le ocurrió a Xavi organizar una fiesta de moteros. Fue a la granja de al lado y encargó un tanda exagerada de costillas de cerdos que mandó asar en unas barbacoas improvisadas con cuatro piedras sobre la tierra. Los moteros empezaron a llegar en bandadas y pronto me di cuenta de que los que no íbamos vestidos como ellos no existíamos, y sólo se dirigían la palabra entre ellos. Era lógico, tenían que celebrar su venturoso viaje desde tan lejos en aquel día horrible de calor. Pero la alegría se les terminó rápido, pues de los tres días al año que llueve en Sevilla aquel fue uno de ellos, y la lluvia furiosa que golpeaba el polvo cubrió con una salsa de lodo las costillas de marrano que quedaron intomables sobre las brasas. El agua que bajaba por la pendiente arrastró con ellas las cervezas y los ánimos, y en menos de veinte minutos estaban todos refugiados en el restaurante. Pero Xavi, que lo había gastado todo en las viandas para la barbarcoa, no había previsto otra comida y los chicos se quedaron tan descorazonados y con un hambre tan carnívora que se fueron en estampida. El viento soplaba hacia ellos desde la granja de cerdos, en guisa de adiós.

Estas cosas, y tantas otras que vinieron después, se fueron desmadejando gracias a aquella mentira. Fue una mentira piadosa, tal vez, pero una mentira. Muchos años depués aprendí a hablar un francés desenvuelto que me ayudó en la vida de todos los días. Es como si aquella mentira se hubiera convertido en una sentencia del destino que me hubiera tomado la palabra en aquel momento de desespero. Si la vida entera es toda ella una mentira, como decía el escritor en el gran soliloquio: que la vida es sueño y los sueños sueños son. Entonces que me dejen, como yo quiera, soñarla con el corazón.

miércoles, 26 de abril de 2017

El niño que no volvió de la escuela

El niño se había puesto los zapatos en el ascensor como cada mañana. Luego rascaba su pelusa de barba indecisa que aún no había tocado la máquina de afeitar. Su madre, plantada ante la puerta con la bata de casa y las zapatillas de pompones, le había dicho:

–¡Date prisa que otra vez llegas tarde!

Yo no comprendía cómo el ascensor me traicionaba, mandándome al cuarto piso en lugar de bajarme a la calle, y así el niño me atrapaba en él. Sin preguntarle, estaba al tanto de toda la vida de la familia; de las vacaciones en la casa de campo, las subidas al apartamento de esquí y las bajadas a la orilla del mar. De todo estaba yo al corriente sin importarme, y era porque no podía zafarme de su charla y al final llegué a sentir curiosidad por los periplos familiares, por si había lucido el sol en la playa o el viaje transcurrió sin incidencias. Todo lo escuchaba yo y todo lo preguntaba, por prestarle atención a él. Con los últimos relatos ya la voz le iba cambiando y no le sonaba tanto a pito inoportuno de parvulario, sino a bronquios de chaval. Así me contó que una pandilla de gamberros le había robado el teléfono de bolsillo, ese que todos quieren con la marca de la manzana, y el juego de llaves, por eso tuvimos que cambiar el cierre del edificio y tomar precauciones para entrar.
Hoy, como todos los días, se metió en el ascensor con las zapatillas deportivas en la mano, se sentó en el suelo como dejándose caer y se las puso con un solo movimiento. Ahí comprendí que por eso nunca las desamarraba.

El niño, que ya no era tan niño, me dijo que hoy no habría clases, que se iban al entierro de un compañero al que había embestido una moto loca en la misma acera que pisábamos al arrancar el día. Luego dio un salto de canguro y corrió hacia la avenida dejándome atrás. Él corrió impulsado con la potencia de los octanos de la pubertad, y yo avanzaba con pasos meditabundos, reflexionando en mi media hora de historias.

A la altura del cruce los vi: las sirenas azules, los vehículos rojos y el grupo de socorristas agachados formando un círculo. Quise acercarme pero desistí, por evitarme el llevar en la memoria alguna imagen de charcutería humana que luego me costara borrar. En la parada del autobús me lo contaron. La policía tenía prisa, iban detrás de un terrorista o de un loco, lo mismo da. Con un volantazo frenético habían invadido la vía izquierda de la avenida para adelantar. Y así, circulando en sentido contrario chocaron contra el niño, que aquel día corrió menos que ellos y lo dejaron planchado delante de su escuela.

Y ahora, ¿qué le diré a su madre cuando la vea? Plantada ante la puerta con su bata de casa y sus zapatillas de pompones, esperando al que ahora yace inmóvil, esperando al que no volverá. ¿Qué explicación se le podría dar? Que este mundo loco se ha llevado un alma inocente, que no sabemos a dónde vamos a llegar, que la policía debió aflojar el acelerador delante de la escuela y… ¿todo esto que más le dará? Cuando no vea a su niño entrar, el niño que no volvió, no llegó a la escuela, no cargará más con su mochilita de libros, ni saldrá corriendo a la calle a medio peinar.
¿Y yo? Hubiera deseado con toda el alma que esto fuera un cuento, pero no lo es, es una escena más que se funde en el delirio de los sucesos de todos lo días. Y ya no me importunará más en el ascensor, con su charla de cotorra infantil, mirando al mundo con sus ojos soñolientos, despertando a la vida despacio, como una flor que espera los rayos de un sol que no la alumbrará jamás. Ahora sí que irás al entierro, pequeño mío, y en guisa de anfitrión principal.

viernes, 31 de marzo de 2017

Poema a Sevilla: Sevilla tuvo que ser

SEVILLA TUVO QUE SER

Si todo el mar
subiera por el Guadalquivir,
no se podría aguantar
de tanto resplandecer.
Sevilla tuvo que ser,
Sevilla de luz y de flores.


Si las olas llegaran hasta el Arenal
y el viento salado tocara tu Torre,
si meciera el azahar
de tus naranjos en la noche.
Sevilla tuvo que ser,
Sevilla de luz y de flores.

Si mi barco hasta ti llegara
remontando las aguas del rio grande,
si tus manos me tocaran
y tus besos saciaran mi hambre.
Sevilla tuvo que ser,
Sevilla de luz y de flores.

Si la luna se maquillara
en el espejo de tu río,
y si el sol la dejara
al ocultarse su brillo.
Sevilla tuvo que ser,
Sevilla de luz y de flores.

Si de lejos llegara hasta mi
el perfume de tus flores,
si con tus rosas pudiera yo
hablar de mis amores.
Sevilla tuvo que ser,
Sevilla de luz y de flores.

Si tuviera que empezar
a escribir de nuevo poesía,
volvería a escribir mis versos
en los bares de Sevilla.
Sevilla tuvo que ser,
Sevilla de luz y de flores.

Sólo unos pocos conocen
el secreto de tus calles,
a donde volverán las oscuras golondrinas
llamando a tus ventanales.
Y ni si quiera tus hijas
las que se visten de faralaes,
ni siquiera ellas conocen
ni siquiera ellas lo saben.
Tan sólo los pies del poeta
en los pasos del Cristo de los Amores,
El que en el silencio de la madrugada
se pasea por los callejones.
Sevilla tuvo que ser,
Sevilla de luz y de flores.

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Este es un mes apropiado para hablar de Sevilla, el abril de la feria y a veces de su semana santa, y la antesala del mes de sus flores.
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