sábado, 21 de marzo de 2015

Las Damas de Montmartre

-¿Cuántos años hace que vive aquí?
-Veintiséis años, soy una auténtica montmartroise -me dijo mostrándome los dientes artificiales que le bailaban en la boca.

Nicole tiene los ojos azules y la mirada enturbiada por los años. Llevaba un abrigo rojo que debió haber sido glorioso en su tiempo, y una de esas estolas de piel de las que cuelga la cabeza de un animal muerto. Luego me contó que en su casa la esperaba su perro solamente. Y que se le había ido la juventud cuidando a sus padres porque había nacido hija única.

Me explicó cómo habían cambiado algunos edificios y cuál era el mejor restaurante para comer: "La Bonne Franquette". Después criticamos al Starbucks Café de la rue Norvins, ¿cómo se les había ocurrido poner esa monstruosidad americana en pleno corazón de Montmartre?

Más allá había otra dama que le daba de comer a un gato con un tenedor y los turistas se paraban delante como si se tratara de un espectáculo. La dama escarbaba en la basura y le llenaba el plato, luego lo alimentaba directamente con el tenedor. Sin duda debía encontrar cosas nutritivas en aquella papelera, a juzgar por el peso del gato.


Pero Nicole y yo seguíamos hablando, de todas formas el pequeño autobús no iba a venir por culpa de un maratón que lo bloqueaba todo, y yo, ni siquiera estaba esperándolo, solo me aprovechaba del banco de la parada para descansar un momento de aquel paseo maravilloso.

Los turistas estaban por todas partes y eran una verdadera marea humana. Se acercaron dos japonesas que tuvieron la mala educación de ponerse en medio cuando estábamos en plena conversación. A Nicole le molestó mucho, porque es cierto que los turistas se asalvajan y no tienen modales, sino sólo prisa para verlo todo tan rápidamente que ni siquiera lo podrán recordar después, pero eso sí: lo colgarán todo en Facebook.

Sin embargo los auténticos montmartreses se conocen todos, se saludan y se ayudan entre ellos como si vivieran en un pueblo. El viejo Michou, dueño del cabaret de maricones más famoso de París, ofrece a todas las damas de Montmartre una cena gratuita una vez al mes.

Pero al volver a casa cada uno se queda con su soledad, y a ti, Nicole, cuando tu perro se muera, ¿quién te cuidará?
Le Sacre Coeur y los turistas
Vista de París desde el Sacre Coeur en un día gris

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